Parece algo lógico y sencillo, pero lamentablemente de difícil aplicación: respetar a los otros conductores y ser solidarios al volante, incrementa la seguridad vial de todos.
Los argentinos nos jactamos de nuestra solidaridad. Es cierto, por lo general somos muy generosos frente a catástrofes naturales y emergencias de gran magnitud. Sin embargo, nuestra solidaridad no es un cheque al portador que se extiende a todos los aspectos de nuestra vida. Por ejemplo, en el tránsito es inexistente. Pocos conductores manejan pensando cómo ayudar a los demás para que todos, en definitiva, viajen más seguros.
Si fuésemos solidarios durante la conducción deberíamos, por ejemplo, anticipar nuestras maniobras utilizando las luces de giro y las balizas, para que los que vienen detrás sepan qué pretendemos hacer: girar, cambiar de carril, detenernos, etcétera. Sólo un 25% de los conductores utilizan estas luces. La solidaridad en el tránsito también pasa por permitir las maniobras de los otros conductores: si uno pone la luz de giro para cambiar de carril, por caso, ¿hace falta arremeter o seguir la marcha sin permitirle hacerlo? ¿No haríamos menos compleja la circulación?
¿Cuesta mucho respetar los derechos de paso en las rotondas o en los cruces de calles? ¿Es muy difícil esperar para incorporarse a una autopista? ¿Es necesario obstruir los carriles rápidos? Y así, podríamos seguir. ¿No sería mucho más seguro el tránsito si tuviésemos una actitud de respeto hacia los otros conductores? Todos cometemos errores; entonces, ¿no deberíamos ser pacientes frente al error ajeno y evitar males mayores? ¿Vale la pena conducir enojados, con rabia y estresados?, estados de ánimo que derivan en una conducción agresiva y prepotente, justamente la actitud más proclive para provocar accidentes viales. Mejor es hacerlo con calma, precaución, respeto y solidaridad.
Fuente: Diario La Nación